L@s buitres leonados se ponían en camino, bueno todos menos una, parece que por un extraño fenómeno digno del mismísimo Iker Jiménez la Cigüeña casi se queda en tierra porque su Buitre había volado sin ella al alinearse todos los astros del universo. Pero rápidamente se resarció de su error y volvió en su busca para ahora sí comenzar la ruta. En la gasolinera esperaban al acecho el Águila y el Halcón.
Juntos empezamos a sobrevolar las carreteras extremeñas, no sin antes parar en una rama del Restaurante Roma para dar de beber y comer a tan singular cuadrilla de aves.
Reanudamos el vuelo y curva tras curva nos posamos en Villarreal de San Carlos para que en el Centro de Interpretación orientaran nuestro vuelo. De nuevo nos posamos en una rama a beber y comer y reanudamos viaje, aleteando entre las curvas de los Saltos del Torrejón.
Preciosa carretera, con más miradores de los que podíamos atender y un trazado nada desdeñable. El Águila había tomado la delantera para fotografiar al resto de aves, que no dudaron en devolverle el favor un poquito más adelante.
La carretera en la mayor parte de su tramo estaba circulando paralela al río y flanqueada por los alcornoques, a los que se les había extraído la corteza. Se veían arboles recién pelados, pero en uno de ellos se podían ver hasta las cuatro capas que se habían originado en su corteza. La producción de corcho con la corteza de estos árboles es una industria muy desarrollada en Extremadura. Este paraje de alcornocales a la Cigüeña le traía unos gratos y entrañables recuerdos, pero eso es otra historia.
Fotos, buen tiempo y final de esta preciosa carretera llegando a La Bazagona. Ahí giramos a la izquierda dirección Plasencia. Este tramo al Buitre y a la Cigüeña les traían grandes recuerdos desde sus tiempos de cortejo, cuantas veces sobrevolamos esa carretera para llegar a Don Benito antes de que se abriese una vía mejor de vuelo. Con una mañana difícil de olvidar, en todos los sentidos, paramos en el Hotel Azar, lugar en el que 20 años atrás nos posábamos las aves antes mencionadas.
Retomamos el vuelo para deshacer nuestro camino y llegar al Restaurante El Solitario, donde nos esperaba el último y gran ágape antes de recuperar nuestros nidos. Que decir de la comida y la amabilidad de El Solitario, un lugar estupendo para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas.
Sobre las 17:30 reanudamos nuestro último vuelo, para volver cada mochuelo a su olivo.
Había sido otro vuelo difícil de olvidar y como dice la Cigüeña lo mejor que salgamos tod@s y volvamos tod@s.
JAErasmus
P.D.:Esta crónica va dedicada a la persona que me anima y me inspira a escribir, tú sabes quién eres !!!
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