Era un día de una ruta a la que pensé que no podía asistir por las obligaciones que me apremiaban, pero como siempre mi mujer me cubre las espaldas y puedo marchar de ruta con mis amigos de MSP. En una situación parecida estaba Placi, que por el beneplácito de Pilar al final nos pudo acompañar. Primero tocaba recoger a Placi a las 10 en la Calzada y emprender camino hacia Linares, para juntarnos allí con Pablo y la tropa mesepera que venía de Salamanca.
Allí estábamos antes de las 11, la hora acordada, por lo cual nos dio tiempo a que nuestro compañero Pablo nos invitase a un café, gracias amigo. Sin apenas darnos cuenta fueron llegando chalecos amarillos, ahí estaban nuestros compañeros de ruta. Allí llegaron: Charo, Juan Antonio, Nacho, Pablo, César, Pepe Reví, Carlos Harley, Luís Strom, Sebas y Adell; que unidos a los tres que estábamos esperando hacían una tropa de 13 meseperos ávidos de nuevas experiencias. Lamentablemente nuestro amigo Pepe no podía quedarse a comer, pero afortunadamente nos acompañaba en la ruta mañanera antes de volver a casa, espíritu mesepero en esencia pura.
Después de los saludos y el café de rigor emprendimos camino hacia Escurial, Rinconada, Cilleros de la Bastida y desde ahí encaminarnos hacia Nava de Francia a tomar el pincho. La ruta estaba siendo estupenda, con una temperatura en torno a los 21 grados y una carretera, que aunque el firme no es muy bueno, con unos paisajes maravillosos. Se nota que la abundancia de agua de la primavera hacía que todavía se mantuviese el verdor de los campos sombríos. Nada que ver con la ruta del año pasado aproximadamente por las mismas fechas, en la que la ausencia de agua había dejado todo convertido en un secarral.
Daba gusto viajar en moto con esa compañía y con una temperatura tan maravillosa, no molestaban los ropajes que en verano nos hacen sufrir. Aparcadas las motos a la sombra, los que pudieron, emprendimos camino hacia la barra, pidiendo por doquier y perturbando la paz del local. El dueño con una sonrisa agradable fue dando a cada uno su consumición para aplacar a las fieras. Unos dentro del local, otros fuera pero con una agradable conversación. Reanudamos la marcha, la temperatura iba subiendo y parece que prometía castigarnos más adelante. Nos dirigimos hacia el caserito para repostar en la gasolinera antes de llegar a La Alberca.
Una vez dimos de beber a nuestras máquinas decidimos cambiar la ruta y en lugar de bajar por Las Batuecas emprendimos carretera hacia Sotoserrano y de ahí a Riomalo, para poder subir al Meandro Melero. Hacia arriba nos encaminamos tres valientes: Nacho, Placi y José Ángel. La subida es muy buena hasta aproximadamente 1 km del meandro, donde la carretera de buen firme pasa a ser un camino empedrado, y con algunas pizarras de punta que amenazan como cuchillos a nuestros neumáticos. Con mucha precaución llegamos arriba. El nivel del agua había bajado ostensiblemente desde esta primavera cuando lo visité. Aun así el espectáculo era maravilloso, fotos de rigor y hacia abajo. Justo cuando montábamos en las burras vimos llegar a nuestro compañero César y no dudé en quedarme con él para hacer la bajada juntos.
Cuando llegamos abajo con la tensión del camino aparcamos nuestras motos y nos dirigimos hacia el Bar El Labrador, donde esperaba el resto de tropa mesepera. Había dos nuevas incorporaciones, Rosa y Manoli se habían incorporado en coche al grupo. Después del pincho de rigor y la buena conversación nos dirigimos hacia Las Mestas a Casa Cirilo para comer. Nos despojamos de los ropajes moteros, a esta hora ya sobraba todo. Nos aposentamos y comenzamos a degustar las viandas, en un ambiente inmejorable. A mitad de la comida se incorporaron Santi y Luisa que venían a disfrutar de buen rato mesepero.
Tocaba bajar a bañarse. Rosa, Manoli, Pablo, Nacho, Carlos, Santi, Luisa y José Ángel bajaron hasta el charco, unos para bañarse y otros para disfrutar del frescor del agua. Sin duda triunfó Pablo con su salto acrobático jjjjjj El resto se encaminaron al chiringuito a esperar a la sombra.
Después del baño subimos en busca de nuestros compañeros y de tomar el último refrigerio. Había sido una jornada inolvidable, surgió de la nada y se convirtió en otro día especial. Sobre las siete nos despedimos y nos encaminamos cada uno a nuestro destino, esperando con ansia que se volviera a repetir.
¡¡¡UNA MÁS Y UNA MENOS!!!
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